Un estudio de la UMH ha concluido que, durante el franquismo, el control del cuerpo y la reproducción de las mujeres se convirtió en una herramienta esencial de la biopolítica, dando lugar a tratamientos con arsénico y bismuto que eran tóxicos e incluso podían derivar en la muerte de las embarazadas. El motivo era combatir la alta tasa de fallecimiento en los bebés a causa de la sífilis, sin tener en cuenta los efectos que los tratamientos podían tener en las mujeres y priorizando unos “productos” sanos, en referencia a los bebés.
Según explica un estudio que investiga la presencia de ideas y prácticas eugenésicas durante las décadas de 1930 a 1950, tras la Guerra Civil española, el régimen franquista estaba preocupado por la baja natalidad y la alta mortalidad infantil. La causa eran enfermedades como la tuberculosis, la sífilis, la diabetes y la anemia. La respuesta a este problema fue una política demográfica pronatalista, basada en la intervención del estado en la reproducción y con objetivo de mejorar la calidad de la población.
Para los médicos falangistas, el cuerpo era propiedad de la patria y la medicina tenía que ponerse al servicio de la nación y la grandeza de España. Por este motivo, el franquismo consideraba a las mujeres como las principales responsables del porvenir de la raza: debían ser mujeres “fuertes y productivas” que proporcionasen “un gran número de hombres fuertes”.
El estudio ha sido publicado por una revista científica y ha sido realizado por los profesores Ramón Castejón Bolea y María Teresa Riquelme Quiñonero.
Según las conclusiones la dictadura se centró en los cuerpos de las mujeres más que en los aspectos morales o ideológicos y ello contribuyó al proceso de medicalización del embarazo y del parto.